Juan Veledíaz / El Sol de Sinaloa
1 de Enero de 2024
Sor Jeanine, como le decían, radicaba en Altamirano, Chiapas, y le dieron seguimiento desde los sucesos de Corralchén en mayo de 1993 hasta mediados de diciembre, cuando desapareció sin dejar rastro. La inteligencia militar documentó que a través de ella llegaron fondos para armar al Ejército Zapatista.
Documentos militares donde aparece su perfil y labor que realizaba en Chiapas, versiones que desmienten su posible vínculo con la guerrilla, la historia de Jeanine Archibaum (o Archibaud) Biazot es uno de los secretos mejor guardados detrás del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Era una mujer menuda, no muy alta, de tez blanca. La recuerdan muy activa, iba de un lado a otro cuando salía de la Diócesis de San Cristóbal, pero días antes del alzamiento guerrillero se le perdió la pista. Fue identificada como Jeanine Archibaum. Comenzó a llamar la atención de la inteligencia militar porque solía viajar por la zona de los Altos de Chiapas en un viejo Volkswagen blanco. El 15 de diciembre de 1993 se despidió de Amilcar Pinto Kanter, un conocido ganadero de la región, a quien le dijo que su misión había terminado. La “guerra estaba próxima” y saldría del país. Jamás se le volvió a ver.
Sor Jeanine, como le decían, radicaba en Altamirano, Chiapas y le dieron seguimiento desde los sucesos de Corralchén en mayo de 1993 hasta mediados de diciembre, cuando desapareció sin dejar rastro.. La inteligencia militar documentó que a través de ella llegaron fondos para armar al EZLN.
Su casa en Altamirano era amplia con varias recámaras y estacionamiento que ella misma denominaba La Janine. Tenía reuniones constantes con el obispo Samuel Ruíz, con el vicario Gonzalo Ituarte Verduzco, su principal contacto, y era cercana a Amilcar Pinto Kanter, considerado uno de los líderes en ese municipio de la guerrilla. La información sobre la monja y su entorno provenía de uno de los tres agentes confidenciales infiltrados que se entrenaban con el grupo armado.
La huella de Sor Jeanine se pierde entre versiones. Alguna menciona que murió el 1 de enero de 1994 durante la toma de las Margaritas, junto al comandante Pedro.
Un oficial de inteligencia militar que participó en aquellos años en las operaciones comentó —a condición de reservar su identidad— que hubo varias bajas de agentes infiltrados lo que evitó saber más sobre aquella mujer. “Mi tercer agente confidencial que se entrenaba en los campamentos de Guadalupe Tepeyac y la Realidad Trinidad y que acompañó al EZLN el 1 de enero del 94, fue descubierto y asesinado en esa fecha y no pude corroborar ese dato (el destino de la monja), se le perdió la pista”.
En el caso de Margarita, como también se le identificó, la Defensa Nacional tuvo coordinación con el Cisen (Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional), y los mandos civiles cruzaban la información directamente con el general Riviello, explica este militar. Los agentes del Cisen siempre fueron “mercaderes de la información”, añade, nunca se pudo saber su destino por lo menos a este nivel. En aquel momento los agentes especiales tenían medios limitados y algo rústicos en algunos casos para recolectar información. “Pudo haber salido de manera clandestina del país. Ella fue clave en el movimiento porque a través de ella el Ejército Zapatista pudo obtener su armamento principalmente en Centroamérica de las guerrillas pasadas”.
Sobre la posibilidad de haber caído en combate, dice que no lo ve factible. “La misión de ella fue armar a los rebeldes y no empeñarse en combate”. Podrían existir fuentes de información en las Margaritas o indicios donde supuestamente la enterraron, según el rumor popular, junto al comandante Pedro. Pero no se hizo la investigación y no se tiene la certeza de que eso haya sido así, comenta.
Tiempo después en aclaraciones y análisis posteriores sobre la identidad de religiosos, laicos y personajes foráneos ubicados en los Altos de Chiapas, varias publicaciones ofrecieron espacio a distintas versiones. Quizá la mas irrisoria fue que Sebastián Guillén Vicente, un viejo profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) inmortalizado como el subcomandante Marcos, era extranjero. El sacerdote jesuita Carlos Bravo, director de la revista Christus, publicó en un diario capitalino un recuento sobre las versiones que circularon en torno a la presunta responsabilidad de un “sacerdote” y “una religiosa”, ambos de origen alemán, en la creación y la dirección del grupo armado.
Su escrito era para refutar versiones como las que publicó la revista Impacto, que aseguró la presencia en el grupo armado de Carlos Lenden Voll, aparentemente identificado como organizador, quien tenía “una amante” llamada Janina Archimbaum. Más tarde la revista Época, ya desaparecida, identificó a Carlos Lenkersdorf como un sacerdote jesuita al que le atribuyó ese papel. El diario Reforma también identificó a Lenkensdorf y a Jeanine Archimbaud, como dos de los “personajes claves” en la insurrección: uno sería el instructor principal y la otra, responsable del reclutamiento femenino. En El Heraldo, en su antigua versión, se citaron informes militares en los que aparecerían “el clérigo alemán Karl Lenkensdorf Schmidt y la monja canadiense Janine Pauline Archinvand Biazot”.
Ante la maraña de versiones el sacerdote Bravo escribió: “Karl Lenkensdorf, alemán, no es sacerdote. Está casado desde hace 52 años con Godrun Lohmeyer y tiene 67 años. Fue luterano hasta hace 27 años y es católico desde hace unos 12 años; ha colaborado con la diócesis desde 1973. Desde 1983 vive en el Distrito Federal por causa de la enfermedad de su mujer y trabaja en la traducción de la Biblia al tojolabal”. Sobre Sor Janine: “Archimbaud, francesa, tiene más de 65 años. No es religiosa, como se le atribuye. Vino hace unos dos años a trabajar a Chiapas, donde pensaba morir. Vivía muy modestamente, con su pensión y su trabajo era conseguir fondos para conseguir medicinas e implementos médicos para el hospital de San Carlos, en Altamirano. Desde mayo de 1993 regresó a Canadá. Quien es acusada de reclutar mujeres para la guerrilla sufre una enfermedad ósea, artritis anquilosante y sufre de fuertes dolores en la columna. Vivía muy sencillamente con su pensión”.
El nombre de la “monja guerrillera” apareció en documentos del Departamento de Defensa de los Estados Unidos como una de las piezas para armar al EZLN. Su presencia en Guatemala databa desde principios de los años 70, su huella en Chiapas se pierde previo al alzamiento zapatista.
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l 8 de enero de 1994 quizá fue el enfrentamiento más sangriento entre tropas del Ejército mexicano y el EZLN. Eran los días más álgidos previo a la declaración de cese al fuego. En aquel momento se acumulaban reportes donde el EZLN atacaba convoyes de vehículos empleando tácticas de la guerra irregular, eran simples emboscadas sin presentar un frente formal, lo que las reducía a escaramuzas.
Las bajas eran desproporcionadas entre ambos bandos. Ya había pasado el enfrentamiento en el mercado de Ocosingo, que representó el mayor número de muertos para el EZLN, se hablaba de 400. En documentos militares y testimonios posteriores la cifra se fijó en 200 víctimas entre muertos y heridos.
“En el área de Rancho Nuevo había seis bajas que entre ellos mi amigo y compañero el teniente de caballería Monroy Tinajero, olvidado en la historia como la mayoría que se enfrentó en esos 12 días de absurda pelea de contrincantes que murieron sin saber todo lo que hubo y aun existe tras de esa guerrilla de papel”, dice un oficial del ejército que participó en los enfrentamientos.
Un combate entre soldados del Ejército mexicano y el EZLN era como enfrentar a un peso completo con un minimosca. Organismos de derechos humanos, principalmente internacionales, cuestionaron el “desproporcionado número de bajas” en una confrontación desigual. En aquellos días la prensa coincidía en que no existía posibilidad de que el EZLN pudiera derrotar al Ejército. “Para los fines de sus dirigentes el derramamiento de sangre de sus dirigidos estaba previsto, en lo personal considero que en la mente de los milicianos que fueron arrasados no a ellos se les había dicho y creyeron hasta el fin que el Ejército mexicano lo constituían nada más las tropas establecidas en Rancho Nuevo”, comenta este militar que pidió reserva sobre su identidad.
En la actualidad no existen documentos que certifiquen el número de bajas por parte del grupo armado, no se podría saber más que por testimonio de los participantes cercanos a los hechos la cantidad aproximada de bajas. El Ejército mexicano contabilizó alrededor de 15 bajas entre jefes y oficiales y en mayor número de tropa.
Los documentos del alzamiento armado que existían como radiogramas, partes, folios (contenidos de intercepciones a radios de transmisores), órdenes giradas por el alto mando, fueron incineradas al término del gobierno de Ernesto Zedillo, antes de la entrega del poder a Vicente Fox, asegura. “¿Por qué motivo? No se sabe, supongo que para no dejar vestigios que en el futuro incrimine a los hombres de verde que como históricamente en este país, sólo cumplieron órdenes, como le es dado a los soldados y lo rezan sus leyes aún sin modificar”.
“El principio vital de la disciplina es el deber de obediencia, (…) las órdenes deben ser cumplidas con exactitud e inteligencia, sin demora ni murmuraciones, se abstendrá de emitir cualquier opinión, salvo el caso de hacer aclaraciones respetuosas”, dice mientras repasa de memoria líneas de algún manual militar.
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Sor Jeanine, como le decían, radicaba en Altamirano, Chiapas, y le dieron seguimiento desde los sucesos de Corralchén en mayo de 1993 hasta mediados de diciembre, cuando desapareció sin dejar rastro.
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